Historia Lista Blanca

El “Rodrigazo”

Devaluación monetaria. Aumento de precios. Encarecimiento de tarifas. Abrupta disminución de salarios. Este era el contexto económico de Argentina hacia 1975 que culminó con el peor golpe militar de la historia nacional.

A principios de 1975 el entorno de la presidenta estaba constituido por López Rega y su grupo de confianza: Lastiri, Villone, Vignes, P. Vázquez, Osinde; entre otros. Estaban decididos a congraciarse con los poderes militares y económicos tradicionalmente fuertes en el país, como garantía de su permanencia en el gobierno.

Hacerse confiables a la derecha implicaba recortarle las alas al sindicalismo, por más ortodoxo que éste fuese. La conflictiva relación entre el gobierno de la viuda de Perón y el sindicalismo, se deterioró más cuando López Rega no dio participación a la CGT en el retorno de los restos de Evita, que fueron traídos desde Madrid y depositados en la capilla de la residencia presidencial de Olivos. Asimismo, el poderoso ministro, que aspiraba a controlar el dinero de las obras sociales de los sindicatos, evitó que se concretara un plan de construcciones de 100.000 viviendas basado en un convenio entre su Ministerio y el Banco Hipotecario Nacional.

El gobierno se preparaba para la reanudación de las paritarias para fines de mayo. Desde hacía meses el ministro de Trabajo, el sindicalista Otero, venía librando una batalla exitosa contra los dirigentes gremiales combativos del interior. En ese período la protesta gremial cedió abruptamente para reiniciarse a comienzos de 1975. En Villa Constitución estalló una confrontación laboral que se prolongó durante dos meses y que terminó en un operativo policial con el arresto de la plana mayor de la seccional local de la UOM y de líderes locales de otros sindicatos.

Los dos años de tregua social habían terminado. El costo de la vida aumentaba mes tras mes y el “Pacto Social” era ya algo pasado. El Ministro de Economía Gómez Morales, urgido por la cúpula sindical, autorizó que en los contratos de trabajo que se firmaran luego de las paritarias se diese un 38 por ciento de aumento salarial. Pero el 31 de mayo renunció al cargo pues carecía de apoyo en el gobierno y advertía la peligrosa situación en que se encontraba la economía nacional, por desinversión e inflación. En su lugar fue designado Celestino Rodrigo, un economista ortodoxo con inclinaciones esotéricas similares a las de “Lopecito”. El 5 de junio, el flamante ministro anunció el paquete de medidas económicas que se conocen como “Rodrigazo” y que consistían en una devaluación monetaria del 100 por ciento, aumentos del precio de los combustibles del 175 por ciento, de las tarifas eléctricas del 75%, y de otros servicios públicos en proporciones similares. De un día para otro se modificó no sólo la economía nacional sino millones de economías familiares. Los salarios perdieron su valor y el nuevo ministro no estaba dispuesto a otorgar aumentos.

El día 27 de junio, la CGT y las 62 Organizaciones convocaron a una reunión de trabajadores en Plaza de Mayo. Largas columnas provenientes del cinturón industrial se aproximaban al corazón de la ciudad. Muchos se sumaron espontáneamente a la reunión multitudinaria. Los manifestantes se expresaron contra López Rega y contra Rodrigo, y requerían una definición de la presidenta, pero ésta no apareció en el balcón.

El 28 de junio “Isabel” anunció la anulación de las paritarias y que el aumento sería del 50 por ciento, y un 15 por ciento más en octubre y en enero siguientes. Desbordada por las bases obreras que iniciaron protestas de manera espontánea, la CGT decretó dos días de huelga, fijados para el 7 y el 8 de julio.

Esta era la primera huelga general decretada por la CGT contra un gobierno peronista. Y tuvo un desenlace exitoso para los gremios: el 7 de julio, luego de la jornada de protesta que había paralizado el país, Isabel Perón dio marcha atrás en su decisión de derogar los aumentos salariales y ratificó las paritarias. El 9, la Cámara de Senadores designó presidente del cuerpo al doctor Ítalo Argentino Luder, y de este modo Raúl Lastiri, titular de la Cámara de Diputados, pasó a segundo término en la sucesión presidencial. Lastiri formaba parte del grupo lopezrreguista todavía enquistado en Olivos, a pesar de que el gabinete en pleno había presentado su renuncia. La tensión se prolongó hasta el día 18, cuando los granaderos del regimiento de escolta presidencial desalojaron a los custodios del ex ministro López Rega de la residencia de Olivos. El otrora hombre fuerte del régimen partió en un avión oficial como portador de una misión indefinida “ante organismos oficiales e internacionales del Viejo Mundo”. En realidad, “Lopecito” se instaló en Madrid, en Puerta de Hierro, y algunos meses más tarde ya se desconocía su paradero.

La etapa lopezrreguista que marcó la derechización del gobierno peronista parecía cerrada. De este modo culminó la hábil maniobra sindical que intentó en un tiempo tomar distancia respecto del proyecto económico impopular del ministro Rodrigo y recuperar el espacio perdido en el “entorno presidencial”. Dos personalidades afines al sector gremial ocuparon, en agosto, las carteras de Economía (Antonio Cafiero) y Trabajo (Carlos Ruckauf).

La recesión y el desempleo amenazaban la economía. Entre julio y agosto la tasa de desempleo en la provincia de Buenos Aires, que era del 2,3 por ciento, subió al 6, mientras que en Córdoba alcanzó el 7. En todo el año 75 el valor de las exportaciones argentinas descendió en un 24 por ciento y esta situación fue particularmente sentida por el sector rural, sobre todo el ganadero, que mostró su descontento mediante una serie de paros consistentes en suspender el envío de hacienda a los mercados.

Cafiero intentó, en octubre, reflotar la tregua económica y social que había sido la base de la política peronista en el primer momento. El 25 ese mes, empresarios, sindicatos y gobierno firmaron un pacto que tuvo escasa trascendencia, pues el propio ministro, presionado por los gremios, se apresuró a otorgar un aumento salarial del 27 por ciento a partir del 1º de noviembre. Como la CGE no había sido consultada en esta oportunidad, decayó el prestigio de la entidad empresaria y en su lugar se fortaleció un nuevo nucleamiento, APEGE (Asamblea Permanente de Entidades Gremiales Empresarias), francamente opositor al gobierno. Lo integraban la Sociedad Rural, las Confederaciones Rurales, la Cámara Argentina de Comercio y la Cámara de la Construcción, además de otras agrupaciones menores, todas ellas tradicionalmente adversas a los gobiernos constitucionales que tendían a recortar sus privilegios económicos.

“La crisis del país era mirada con júbilo por los enemigos consuetudinarios de la democracia: la división de las fuerzas del campo popular y la incapacidad del gobierno para afrontar la situación eran la promesa de que a corto o mediano plazo los militares iban a volver. Y la violencia multiplicada en episodios sangrientos era otra apelación a que la fuerza rigiera definitivamente los conflictos entre los argentinos.”1

El fin de la democracia argentina ya estaba decidido. Sólo faltaba que al golpe le pusieran fecha.

Mientras tanto, el líder natural e indiscutido del gremio de Farmacia, Jorge Di Pascuale, amenazado de muerte como estaba, padecía su exilio en Venezuela, trabajando humildemente y sufriendo a la distancia. La decisión de abandonar el país, única opción para salvar su vida, la habían adoptado sus compañeros. Él la acató a regañadientes y tras un breve período en el hermano país, regresó a la Argentina para sumarse a la lucha contra la dictadura.


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